La ternura del monstruo, por Jorge zarco

No es de extrañar que la película de terror sueca DÉJAME ENTRAR condenada casi en un principio al circuito minoritario de arte y ensayo haya entusiasmado a Guillermo del Toro. Coincide con su opera prima CRONOS en ese insólito concepto de mostrar al vampiro como un ser trágico, más digno de lastima de que temor, aunque eso no disminuya su potencial peligrosidad. Lo realmente admirable de la cuarta película del sueco Tomas Alfredson es el estílo, casi de realismo sucio, que su film desprende a través de una admirable puesta en escena. Ni un susto gratuito, ningún giro innecesario de la trama, ningún exceso visual sin justificar, ninguna ida de olla ni recurrir a guiños cinéfilos descarados ni tópicos al uso. DÉJAME ENTRAR me recuerda a uno de los grandes clásicos de los 80: HENRY: RETRATO DE UN ASESINO de John McNaughton. Allí se mostraba a un asesino en serie, retratado con una naturalidad más documentalista que dramática. Con una vocación de realismo que situaba a la obra muy por encima de la media del género de terror al evitar sus más evidentes señas de identidad y reglas narrativas a favor de un retrato más própio de un melodrama social filmado con realismo, sin recurrir a trucos de toda la vida al que el reiterado abuso ha convertido en tópicos de usar y tirar. DÉJAME ENTRAR se centra en la personalidad del maltratado Oskar (Kare Hedebrant), el "rarito" de la clase condenado a sufrir los abusos de compañeros sádicos y la apatía de su madre divorciada en un bloque de clase media baja a las afueras de Estocolmo. Una nueva vecina acompañada de un solitario anciano llega al bloque y Oskar se enamora de ella. Pero a pesar de tener en apariencia doce años como Oskar, Eli (Lina Leandersson) bien podría ser demasiado vieja y tener siglos a sus espaldas. Sus ojos verdes de gato y la palidez de su piel inmune al frío no son nada corrientes. Pero el vampirismo del personaje no parece ser lo más importante sino más bien el conmovedor patetismo que desprenden todos sus personajes. El viejo guardián de la niña vampiro tan obstinado en conseguir sangre como inutil en su tarea. El amigo borracho y parado de una victima ocasional, convertido por las cirtustancias en un Val Helsing de pacotilla. Los padres de Oskar, ajenos al drama diario de su hijo. Los matones escolares que pasan de verdugos a víctimas ante el imparable cambio de personalidad de Oskar. La fulana infectada por Eli, atacada por gatos (que detectan la anomalía vampírica) y condenada desde un principio. Y sobre todo la própia Eli, que desea el cariño y la ternura que Oskar le ofrece a la vez que es incapaz de ocultarle su condición. Escrita por el autor de la novela oríginal John Ajvide Lindqvist, al parecer suavizó hasta la sugerencia los apuntes pedófilos del oríginal. Lo que no evita momentos de puro terror al respetar el folklore vampírico clásico como la ingravidez, la luz del sol o que el vampiro no pueda entrar en el aposento de una potencial víctima a no ser que esta le de permiso para ello. Pero más allá de sus apuntes de cara al género

(Alfredson está haciendo una película de terror aunque con formas de melodrama) y buscar antes la inquietud que el temblor.

De ahí su admirable uso del gore en una cinematografía como la sueca no muy dada a excesos. Se nota que su director no es (en apariencia) fan del terror por el naturalismo con que retrata incluso los ataques de la niña y sus poderes sobrenaturales;

de una sobriedad y calculado impacto del que ya podrían aprender tanto practicante del exceso gratuito que anda por ahí y lo acerca a los maestros del terror. La escena de los gatos puede recordar a los giallos de Dario Argento, pero la sombra de Ingmar Bergman planea sobre la narrativa lenta, atenta a los detalles (no apta para espectadores del montón) que en contadas ocasiones recurre a lo explícito (la inevitable aparición de la sangre, los ojos de gato de la niña). Se dice que estámos ante un futuro clásico y es posible que así sea. También que la sombra del remake yankee planea sobre ella, ya producida y presentada por la resucitada HAMMER. Como es inevitable en los tiempos que corren con toda obra insólita.

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