Accidente Casero "cuentos de robots" Por Mirta Barale

El incansable Caserito III –robot de la familia Yáñez- limpió y ordenó toda la casa, recibió a los dos niños que llegaban del colegio, les dio de comer, limpió los utensilios de cocina, los hizo jugar en el jardín con el perro Zunke, los introdujo en la casa, hizo que se bañaran, los vistió con alegre y cómoda ropa de entrecasa, les hizo hacer las tareas escolares para el día siguiente, les preparó la cena mientras ellos miraban televisión, les dio la cena, ordenó la cocina mientras los niños volvieron a la televisión, les apagó el aparato, los subió al dormitorio, los vistió con sus piyamas, los acostó, les leyó un cuento hasta que se durmieron. Apagó la luz y volvió a la cocina.

Se puso a preparar la cena para sus patrones que ya estaban por llegar. Se agachó para buscar una sartén…y ahí se quedó: torcido, con el brazo derecho que iba y venía hacia adelante, hacia atrás, hacia adelante, hacia atrás…acompañado por un monótono cuik, cuik, cuik…

La señora Yánez entró en la cocina. Vio la escena, suspiró y le gritó al marido: “¡Caserito se volvió a descomponer!”
El marido, cansancio de la jornada en el rostro, entró en la cocina; ambos se acercaron al robot, uno de cada lado y lo tomaron por los brazos. Al instante, un fuerte chisporroteo, una potente descarga eléctrica salida de Caserito fulminó a la pareja Yáñez en segundos.

Inmediatamente el robot se enderezó, se articuló graciosamente, con un pie, corrió a los dos cuerpos que lo molestaban, y siguió haciendo la cena para la llegada de sus patrones.

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