
Alucinante
lo de Leigh Whannell en el cine de género, si le
hemos de juzgar, todo se cuenta por éxitos en este hombre. Pero con 'Upgrade'
su segundo largometraje como director y escritor, Leigh
Whannell deja el terror a un lado para volcarse, y de qué manera,
por entero al género de la ciencia ficción, en un electrizante thriller
de venganzas y acción que no te dejará indiferente (en mi modesta opinión, está
peli va para película de culto). En resumidas cuentas: una
pasada de peli en la que los avances técnicos consiguen una “sofisticación
formal” sin estar la película, para nada, sobrecargada, lo que le sienta
fenomenal a esta entretenidísima y frenética genialidad que, sin lugar a dudas,
te dará todo y más de lo que posiblemente esperabas, sorprendiéndote muy
gratamente. Partiendo de la base de un guion, a primera vista
simple: ambientado en un futuro en el que los aumentos y mejoras por biotecnología
forman parte del hombre, estando a la orden del día, Whannell se deja llevar
para brindar —y espérense al minuto 40´ — una electrizante y divertida película muy difícil de imitar, que no teme en sacar pecho reivindicando el espíritu
de serie B, mientras aprieta los dientes con su factura de primer nivel.
Es interesante,
y llama la atención en todo momento la alta calidad de los efectos especiales, sorprendentes, muy notables para esta
producción de menos de cinco millones de dólares e, igualmente, es de mentar el
tratamiento visual que enriquece y decora a la perfección la hortera
estética futurista de la película, ofreciéndonos todo un festival de
acción durante 100 minutos de metraje, con secuencias asombrosas en un
arriesgado
pero efectivo trabajo del director, con coreografías de lucha únicas de Logan Marshall-Green —alias
"el otro Tom Hardy"— que hace gala de un control corporal admirable
dando lugar a un salvaje espectáculo “para mayores de dieciocho años” —espérense
al minuto 40´—: dinámico y poseedor de toda la
originalidad de la que carece la historia. Luego, si a todo esto le
sumamos un
estilo que logra alcanzar un equilibrio perfecto entre la impostada y un corte con
un sentido de la comedia desternillante, obtenemos un producto
ideal para disfrutar en un ambiente distendido, entre risas,
vítores, aplausos, y con tantas ganas de pasarlo bien como las que parece haber
tenido Leigh Whannell mientras rodaba lo que podría convertirse en
un nuevo clásico de culto —esperen al minuto 40´—. Ah, el argumento de
la película: no os lo cuento, no os quiero fastidiar la fiesta. Saludos!!
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